18 marzo, 2024

Shunga, el arte erótico de Japón

春画

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Tal vez en sociedades occidentales la imagen de una mujer recibiendo sexo oral por un pulpo parecería muy lejos del gusto del público común y corriente y de una tradición artística seria. Sin embargo en Japón esta es una de las pinturas más famosas del artista Hokusai, quizás el artista clásico más reconocido de Japón en cualquier época.

Existieron pintores como Rembrandt que pintaba escenas de sexo, o Picasso que exhibía mujeres desnudas, así como otros pintores como Degas, o Toulouse Lautrec que pintaban mujeres en posiciones eróticas. Sin embargo el arte erótico no fue popular en su época a diferencia de Japón. Incluso en la antigua Grecia, que era muy abierta de mente en cuanto a la sexualidad, no se pueden encontrar representaciones pictóricas así. Casi todos los grandes artistas japoneses de los siglos XVII y XVIII ilustraron escenas de sexo que incluían hombres, mujeres, zorros, asnos, fantasmas y hasta mantarrayas.

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Estas no eran obras menores que guardaban en secreto para el disfrute de algunos cuantos libertinos de mente abierta. Era un arte que tanto hombres y mujeres veían. Miles de libros se publicaban con imágenes eróticas, y aunque en ocasiones los oficiales de gobierno declaraban su oposición a las obras, estas se exhibían para públicos de diversas clases sociales.

Conocidas como shunga (春画, “pintura primaveral”), estas pinturas eran tan numerosas y populares como otras pinturas con paisajes, mujeres bellas o animales. A diferencia del kabuki, el shunga no quedaba limitado a lo bello, sino a lo desaliñado de los distritos rojos: la escuela de Kanō ilustraba escenas eróticas y sexuales.

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Estos tabús tienen poco que ver con la preferencia sexual: mucas imágenes ilustran hombres teniendo sexo con hombres. Uno de los manuscritos eróticos más antiguos data del siglo XV, y muestra a un sacerdote budista que contempla a su joven aprendiz. De hecho entre algunos samuráis el amor hacia otro hombre se consideraba superior al de una mujer. Las mujeres necesariamente producían hijos, mientras que el amor hacia otro hombre se consideraba más puro y más refinado.

La pregunta es ¿por qué los japoneses, en comparación a los europeos o incluso asiáticos, eran de mente más abierta al ilustrar el sexo? Una razón puede encontrarse en la naturaleza de la religión japonesa. El sintoísmo, que es la religión originaria de Japón adora a la naturaleza y lo relacionado con la fertilidad, las diosas, etcétera. Esto de vez en cuando se traducía en rendir culto al sexo, tanto masculino como femenino.

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Mientras que en muchas culturas de tradición patriarcal como el cristianismo, confusianismo o incluso el budismo abandonaron el culto a la fertilidad, la adoración a la naturaleza en Japón nunca desapareció realmente. Incluso hoy en día existen santuarios sintoístas en las que las mujeres agitan figuras en forma de pene para pedir un hijo. En algunos festivales rurales, objetos fálicos son cargados por las calles para unirse con vulvas sagradas que se producen en otros santuarios.

Las imágenes eróticas a veces tenían una función de talismán. Algunas impresiones se colocaban dentro de la armadura del samurái para darle fuerza al que lo vistiera. Los comerciantes lo usaban para disuadir el fuego en sus almacenes. Esto tal vez se haya heredado de una tradición china, en la que los comerciantes llevaban imágenes con motivos primaverales llamadas chun-hua para prevenir incendios.

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Otra forma de imágenes eróticas es conocida comowarai-e (笑絵, “imágenes de risa”). Existe una rica tradición de sátira y comedia en el arte erótico japonés. Este tipo de humor se basa en romper las convenciones sociales y un gusto por lo grotesco. Quizás este tipo de arte también se origina en la religión. El mito de Amaterasu cuenta que  la diosa del sol se escondió en una caverna y el mundo quedó en oscuridad. Otros dioses se reunieron afuera de la cueva e hicieron una orgía, e incluso uno de ellos se desnudó, provocando las risas de los demás. Así, Amaterasu, llena de curiosidad salió finalmente de la cueva.

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La popularidad del shunga declinó con el inicio de la restauración Meiji, cuando la clase samurái colapsó y se reemplazó por un estado más occidental. El gobierno japonés, en sus intentos de obtener legitimidad y respeto internacional, prohibió el desnudo en público, los baños mixtos u obras de kabuki muy osadas, marcando el fin del shunga.

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