Con el crecimiento demográfico de las metrópolis japonesas se ha dado un fenómeno entre la población joven de Japón. Muchos de ellos se aíslan de la sociedad y de sus familias, encerrándose en sus cuartos por largos periodos de tiempo. Este fenómeno se ha conocido como hikikomori (引きこもり “aislamiento”), que se utiliza para hablar del hecho, de la persona o como adjetivo.
Los casos de hikikomori que se presentan son muy variados, hay niños de 13 ó 14 años o gente que vive aislada en sus casas por más de 15 años. La característica principal es que la mayor parte de su día la pasan encerrados en sus habitaciones y salen en raras ocasiones a comer con sus padres, a la tienda o incluso para darse un baño. En la mayoría de los casos, los hikikomori son hombres.
Existen varias teorías sobre por qué llegan a este extremo de aislamiento los jóvenes japoneses. Este fenómeno se ha atribuido al bullying en las escuelas, al fracaso en exámenes, a un padre ausente por trabajo, a falta de cariño parental, una situación económica difícil o incluso a los videojuegos. Para las familias japonesas es una situación difícil, ya que los padres de familia prefieren no intervenir, aludiendo a que se trata de una fase. Los trabajadores sociales hacen poco para procurar que los niños regresen a las escuelas, ya que piensan que es un asunto interno de la familia. Tener un hikikomori en la familia es demasiado vergonzoso, por lo que muchas familias lo guardan en secreto.
El Doctor Tamaki Saito es un psicólogo experto en el fenómeno, y de acuerdo a su postura, los casos de hikikomori en su mayoría se pueden deber a desórdenes obsesivo-compulsivos de las personas. En muchos casos ocurre en los hijos primogénitos, sobre quienes se tienen las mayores expectativas y se espera el mayor éxito académico. La presión académica y parental se vuelve mayor en una economía como la de Japón, que se encuentra en una prolongada crisis y en la que el esquema de sarariman ya no se ajusta al mundo globalizado.
Mientras que en otras sociedades, los jóvenes que no se adaptan a la sociedad se unen a subculturas urbanas o a pandillas, en Japón todavía se valora mucho la imagen que se proyecta a la sociedad. Como dice el refrán, “el clavo que sobresale es martillado”.
La situación es grave en Japón, pues se estima que hay un millón de casos, lo que se traduce en 1% de la población total del país. Un estudio estima que una persona que lleva más de un año de aislamiento difícilmente se puede reintegrar a la sociedad por completo. En muchos casos, los hikikomori llegan a vivir en aislamiento hasta que los padres se retiran del trabajo, o llegan a morir, y el muchacho no tiene las habilidades sociales o laborales para sustentarse a sí mismo.
Hoy en día existen asociaciones que tratan de reintegrar a estos jóvenes a la sociedad. New Start es una organización que ofrece servicios a los padres en los que la gente va a dialogar con los hijos para persuadirlos de que dejen los cuartos y se muevan a las instalaciones de la asociación, donde tienen sus propias habitaciones y se les da capacitación profesional. Sin embargo, los casos de éxito siguen siendo escasos: un tercio de los hikikomori se rehúsan a dejar las habitaciones, y un 10% de las personas que se integran a New Start regresan al aislamiento.