El pasado 16 de Enero falleció Hiroo Onoda, un soldado japonés que se escondió en la selva durante tres décadas pensando que la guerra continuaba. Onoda falleció a la edad de 91 años.
En 1944, el teniente Hiroo Onoda había sido enviado a la isla filipina de Lubang al sur de Manila en respuesta a la invasión estadounidense. Su misión era dirigir la guerrilla durante la Segunda Guerra Mundial. Desafortunadamente nunca se le avisó del final de la guerra, por lo que durante 29 años continuó viviendo en la selva esperando a que su país volviera a necesitar de sus servicios e información. La mayor parte del ejército japonés se rindió o se retiró, pero con varios grupos dispersos Onoda se escondió en la selva.
Durante los siguientes 29 años sobrevivió con una dieta a base de arroz, cocos y carne de animales que robaba, y atormentaba a las fuerzas filipinas que pasaban por el camino. Onoda mantuvo su rifle, munición y espada en excelentes condiciones cuando fue descubierto, y todavía llevaba puesto su uniforme militar durante todos estos años.
En 1974, Norio Suzuki, un estudiante japonés oyó las noticias de lo que ocurría en Filipinas y decidió ir a encontrar a Hiroo Onoda. Cuando finalmente lo encontró, Onoda se rehusó a ceder, hasta que recibió una orden de su antiguo comandante, el mayor Taniguchi, que para entonces trabajaba en una tienda de libros en Japón. Finalmente Onoda decidió salir de la selva y el Presidente Marcos de Filipinas le otorgó el perdón.
Después de regresar a Japón, Onoda describió su experiencia. Dijo que “no pensaba mas que en cumplir mi deber” cuando finalmente salió de la selva. Tras su retorno a Japón fue recibido como un héroe. El país se encontraba en pleno crecimiento económico y ya no era el mismo de cuando había salido. Después de haber sido enviados a Filipinas, en 1944 notaron que la actividad militar japonesa se había reducido en esas islas, pero se negaron a rendirse. Durante los siguientes años notaron que había actividad militar en la selva filipina y mandaban aviones a que repartieran folletos con fotos de sus familiares. Onoda admitió que pensaba que se trataba de su familia obedeciendo a la ocupación del enemigo.
Japón había cambiado, pues se encontraba en su periodo de mayor crecimiento económico, y Onoda no sentía que pertenecía ahí. Entonces se fue a vivir a una colonia de japoneses en Sao Paulo, Brasil y contrajo matrimonio con una instructora de la ceremonia del té. En una visita que hizo a Lubang posteriormente donó 10 mil dólares para fundar una escuela y en 1984 regresó a Japón para formar la Escuela de Ciencias Naturales Onoda. También escribió un libro autobiográfico titulado “No rendición: mi guerra de 30 años”.
En el 2001 dio una entrevista a la prensa occidental en el santuario de Yasukuni, en Tokyo. Este lugar ha generado controversia por años, ya que conmemora la muerte de soldados japoneses, muchos de los cuales cometieron actos terribles en los países vecinos durante la guerra. El nombre de Onoda estuvo escrito en ese santuario por un tiempo. En la entrevista, Onoda dijo que “en Japón vas a la guerra porque estás listo para morir. Esa es la precondición absoluta. Ser prisionero es lo peor que puede pasar. Japón podría ser descrito como una cultura basada en la vergüenza. Creo que ayuda a una sociedad con tantas personas en un lugar tan pequeño. En Lubang no quería ser visto como un fracaso. Así que protegí mi honor y llevé a cabo mi misión hasta el final.”