En artículos anteriores he escrito sobre discriminación étnica en Japón, y me he orientado a minorías que se encuentran en el país, como los ainu, los habitantes de Okinawa o los burakumin. Con el auge de Japón como potencia regional antes de la década de los noventas también fue un foco de inmigrantes provenientes de Asia o de otras regiones del mundo. En este artículo trataré sobre la historia de la discriminación de estos inmigrantes. En este artículo comenzaré hablando de los coreanos.
La inmigración coreana ya existía antes de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, durante la guerra aumentó el número de migrantes forzados para trabajar en fábricas y minas japonesas. Entre 1939 y 1945, el gobierno introdujo entre 700 y 800 mil coreanos, de los cuales 200 mil lucharon en el ejército para defender a Japón. En 1945 el número de coreanos alcanzó los 2 millones.
Después de la derrota, entre 1 y 1.4 millones de coreanos dejaron el país y regresaron a corea. Para 1948 la población era de 600 mil aproximadamente, y eran referidos como zainichi (literalmente “residente en Japón”). La población coreana ha permanecido más o menos en el mismo nivel desde entonces. Muchos de los que decidieron quedarse lo hicieron por una posición laboral ventajosa en lugar de regresar a su país, empobrecido y con un futuro incierto. Otros que regresaron a Corea volvieron a Japón al ver las condiciones de pobreza, y otros más ni siquiera pudieron salir del país por cuestiones económicas.
Antes de la guerra, los coreanos eran invitados a integrarse a la sociedad japonesa por medio de instituciones educativas y matrimonio interracial. Sin embargo, después e la guerra fueron vistos como extranjeros y se acuñó el término zainichi. Los coreanos perdieron el derecho al voto y fueron considerados extranjeros, al igual que los hijos que fueran descendientes de coreanos si su madre era japonés. Se necesitaba que el padre fuera coreano para poder acceder a la nacionalidad japonesa. En 1955 se creó un registro en el que todos los inmigrantes debían registrar sus huellas dactilares, y fueron excluidos de sus derechos como no nacionales con la nueva constitución. Después de 1945, los coreanos fueron excluidos de todo empleo “japonés”, es decir, puestos públicos y privados, obligando a muchos a introducirse al sector informal y actividades ilegales como producción de alcohol, reciclaje y crimen organizado.
Con el tiempo, se les ofreció a los zainichi permanecer en Japón si se naturalizaban. De naturalizarse, debían adquirir un nombre que sonara japonés y acceder a las normas de registro de vivienda. Sin embargo, el número de naturalizados fue bajo, pues la comunidad coreana consideraba la naturalización como un acto de traición hacia ellos, y eran excluidos, tanto por japoneses como por los coreanos mismos.
Con la presión del gobierno, en la década de los setentas la comunidad zainichi se integró más, y comenzaron movimientos en contra de la toma de huellas dactilares o adquirir un nombre “japonés”. Algunos incluso pensaron crear un barrio coreano, otros buscaron ganar el derecho al sufragio. Después de una década de protestas, las autoridades locales comenzaron a contratar a nacionales coreanos para puestos de servicio público. El número de coreanos en puestos médicos y científicos era el doble en proporción de la población japonesa. Para 1985, el gobierno de Japón eliminó la ley de descendencia japonesa patrilineal para adquirir la ciudadanía, y para 1987 se les permitió a los coreanos naturalizados permanecer con su nombre coreano.
En la década de los noventas continuaron las reformas del gobierno, ahora ofreciendo el estatus de residencia permanente a la población zainichi, y se abolió el registro de huellas digitales. A partir de la década de los noventas, el legado colonial y racismo disminuyeron. Los deportes, el turismo y la cultura popular coreana llamaron la atención de Japón hacia Corea del Sur. Bajo presión de la comunidad internacional y de grupos internos en el país, el gobierno de Japón cambió su postura sobre las minorías étnicas. En el 2000, más de 10 mil zainichi decidieron naturalizarse, y la media permanece similar en años posteriores.
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