Las esculturas de la artista japonesa Ishibashi Yui son tanto serenas como inquietantes. Utilizando una variedad de materiales como madera, resina, tela, arcilla, alambre de acero y polvo de piedra, frecuentemente ilustra figuras cuyas raíces se extienden y proyectan hacia afuera en muchas direcciones. Estas figuras aparentan ser pasivas y complacientes a las ramas que emergen de ellas, conscientes de la falta de control sobre su propio proceso orgánico. Algunas de estas protuberancias parecen dolorosas o inesperadas, pero al final de cuentas inevitables.
Seguido sus figuras están en blanco, mientras que las ramas que emergen son verdes o rojas. Las figuras se asemejan al ser humano, pero sus cuerpos suaves, redondos y blancos le dan al espectador la sensación de pertenecer a la tierra, asemejándose al bulbo de una planta. La obra de Yui nos hace conscientes de cómo estamos entrelazados con el mundo natural, el balance y el ciclo de alimentación y agotamiento que requieren la vida y la muerte.
Nacida en 1985 en Okayama, Ishibashi Yui egresó en el 2010 del curso de pintura y pintura en óleo de la Universidad de Artes de Tama, Tokyo. En el 2013 expuso por primera vez una exposición sola, y desde entonces ha participado en diversas exposiciones, tanto solas como grupales en Tokyo, Kumamoto, Yokohama y Taipei.
En Then, It Returns Slowly, el rostro de una mujer embarazada emerge de las ramas color carne de un árbol.
En Dream of 10 Billion Years, un personaje sucumbe a un destino en el que sus extremidades se fusionan con una silla y su cabeza se vuelve un arreglo floral con hojas y ramas. Estas esculturas personifican la naturaleza como una fuerza que reclama su poder de sus huéspedes humanoides. Para más información, visitar su sitio oficial.