Shinzo Abe es el actual Primer Ministro de Japón, luego de que Naoto Kan renunciara al puesto. Antes de Naoto Kan había estado Yukio Hatoyama, quien también había renunciado. Curiosamente en el 2007 Shinzo Abe ya había estado en el cargo y renunció a menos de un año de haber iniciado su gobierno, siendo la cuarta vez que un Primer Ministro renuncia desde el 2007. ¿A qué se debe?
El 2011 el Primer Ministro Naoto Kan había anunciado su renuncia después de que Japón se estabilizara tras el terremoto y el tsunami que desolaron a Japón en el 2011. Después de haber aprobado un voto de no-confianza (en un sistema parlamentario el parlamento puede convocar a este voto. Si el Primer Ministro no es aprobado por la mayoría debe renunciar), Kan dijo que dejaría el puesto de Primer Ministro debido a la impopularidad de su gobierno. El mismo argumento que anteriormente dijo Shinzo Abe en el 2007, Yasuo Fukuda en el 2008 y Yukio Hatoyama en el 2010.
Para quienes estamos más familiarizados con la forma de gobernar estadounidense, podemos darnos cuenta que la impopularidad del jefe de gobierno lleva a un estancamiento en la política: Reagan en los ochentas, Clinton en los noventas, George W. Bush después del segundo término de gobierno, y actualmente Obama. En el caso de México lo podemos ver con Calderón y su lucha contra el narcotráfico, además del impasse al que se enfrentó en su segundo trienio, o recientemente con las protestas contra el Presidente Enrique Peña Nieto a poco tiempo de iniciar su periodo de gobierno. Sin embargo, en ninguno de los casos se ha visto a un presidente renunciar por impopularidad.
¿Por qué es diferente en Japón? Hay muchas explicaciones que acuden a los estereotipos del código de honor, guardar las apariencias y preservar el prestigio en la cultura japonesa. Sin embargo estos valores también se encuentran presentes en otras culturas, como la árabe. La explicación se encuentra en otra parte.
En una editorial de The Guardian se habló sobre el incidente de la renuncia del Ministro de Relaciones Exteriores después de un escándalo por un soborno:
No hay un concenso sobre por qué los primeros ministros de Japón son tan frágiles. Algunos lo atribuyen al hecho de que en última instancia su estabilidad radica en el emperador, y destituir a un primer ministro no es más traumático que cambiar de coach en un equipo de baseball. Otros señalan al sistema de educación de la posguerra. Los primeros ministros tienen salarios relativamente bajos, poca autoridad incluso dentro del gabinete, y condiciones limitadas. Sea lo que sea, a Japón le bastaría uno que durara más de un año. Todas solicitudes son bienvenidas.
Sea cual sea la motivación personal de cada uno de los primeros ministros, u otros políticos, la consecuencia se ha visto en una nueva fórmula: si un presidente es impopular, debe renunciar. Mientras más se repita este comportamiento, un mayor número de votantes y de políticos asumirá que es el modo en el que funciona el sistema de gobierno japonés.
A diferencia del sistema mexicano, donde los funcionarios públicos deben renunciar solo si se hace un juicio político sólido (y a veces esto también es insuficiente), el nuevo sistema japonés se va al otro extremo, en el que el gobierno pende de un hilo que es el de la opinión popular. Un acuerdo militar impopular, un desastre ambiental, incluso una camisa fea que use el primer ministro lo pueden llevar a que su popularidad se desplome y eventualmente que renuncie. Esto ha llevado a que los partidos minoritarios aprovechen, lleguen a un punto de intransigencia con el Primer Ministro y lo obliguen a renunciar.
Hasta cierto punto, los funcionarios públicos deberían poder ejercer el poder del modo que piensan que es correcto, y no adoptando medidas populares. Shinzo Abe ha regresado al poder, y de él se esperará que haya superado la impopularidad que lo llevó a renunciar en la ocasión anterior. En una economía tan peculiar como la de Japón, con una crisis particularmente muy prolongada, el Primer Ministro deberá tomar medidas, a veces impopulares para superar la crisis.